domingo, 25 de septiembre de 2011

Nevermind




Antes del grunge, antes de la música alternativa, antes de Frei, Lagos, Bachelet y Piñera, antes de la Línea 5, antes del Transantiago, antes del people meter y la farándula, antes de los mineros enterrados, antes de los mineros rescatados, antes del Gobierno de excelencia, antes de Justin Bieber, el reaggeaton y los Wachiturros, antes, mucho antes de todo eso, apareció Nevermind, el disco emblemático de Nirvana.

Mucho se ha escrito sobre esta placa. Quizás demasiado. Sobre todo a partir de la muerte de Kurt Cobain, en 1994, transformando todo lo que había realizado en objeto de veneración casi celestial. Enfriando las teclas, vale la pena sostener que este disco de 1991 es uno de los más importantes en la historia del rock, sobre todo por su carácter fundacional. El rock no fue el mismo tras Smells Like Teen Spirit y sus otras once canciones.

No fue el primer trabajo del trío compuesto por Kurt Cobain, Chris Novoselic y Dave Grohl. Tampoco fue el mejor de su recorrido. Probablemente su trabajo posterior, In Utero, se ubique varios escalones más arriba. Pero Nevermind posee el rasgo de los elegidos, la inexplicable y perfecta ubicuidad. Apareció en el instante preciso. Cuando arrancaba la década del 90, el rock comenzó a despertar de su ochentera siesta con la aparición de este grupo de Seattle, que reemplazó los megaconciertos y las superproducciones, por un sonido duro, crudo, sencillo, simple y ruidoso. Muy ruidoso. El punk encontró acá una nueva vuelta y la estructura sencilla de sus canciones fueron la combinación ideal para que el rock regresara a su esencia. Una actitud fuera de los márgenes que jamás pudo comulgar con el libreto de las estrellas.

Nevermind fue la victoria de lo simple. Muchos quisieron ver en Smells Like Teen Spirit un himno generacional. Nada más lejos que la propuesta de Nirvana. No eran la voz de nadie. No representaban a nadie. No pretendían izar bandera alguna. Sólo quería tocar rock.Meter ruido. Hacer ruido. Por montones.

Cobain se enfocaba primero en las melodías y luego en las letras. Y esto se nota. Sus introducciones y estribillos en temas como Come as you are, Lithium, In Bloom, Polly, son tan simples que su grabación en la mente es inmediata. El punk más genuino se desprende en Territorial Pissings o en Breed. Sus letras indescifrables, incoherentes muchas veces no conducen a nada. Algunas, con carácter profético, cuyo sentido fue visible tres años después. No tengo ningún arma, escribió en Come as you are (tal vez el mejor sencillo del disco). Pero si tenía una. Y la utilizó en su contra el 8 de abril de 1994.

Tenía 13 años cuando apareció el Nevermind de Nirvana. Su portada con el niño desnudo rodeado de agua era todo un símbolo de la simpleza que contenía ese barullo con sentido. Nunca más mi música fue la misma. Nunca más mi vida fue la misma. Sentí que los perdedrores teníamos un espacio para ganar. El tiempo me demostró que los perdedores no estamos hechos para triunfos. Nos resulta incómodo. Contaminado. Ajeno.

Hace veinte años se publicó el segundo disco de Nirvana. Se llamaba Nevermind. No fue el mejor, no tenía los mejores arreglos, sus componentes no eran los más virtuosos, su vocalista no cantaba bien, sus letras no eran las más poéticas, su música no era la más pegajosa. Pero son precisamente estas pifias las que convierten a este disco en uno de los más importantes en la historia del rock.

jueves, 22 de septiembre de 2011

Noviembre del 2008




Detesto todas las categorizaciones, sobre todo cuando se involucra al arte en ellas. Porque cualquier manifestación artística es, por esencia, libre, abierta, compuesta de sus propios límites, si es que los posee. Pero es más fácil y simple la clasificación. Los eruditos terminan recitando de memoria a sus principales exponentes sin distinguir los matices que cada uno representa, sus propios motivos y orígenes.

Después de 31 años, REM anunció su separación. A partir de esto, he leído denominaciones como "rock alternativo", "Generación X", "post punk", puros nombres que seguramente Michael Stipe, Mike Mills, Peter Buck y Bill Berry jamás mencionaron ni menos tomaron en cuenta para crear música.

Porque REM es, en esencia y existencia, en formato y postura, en ejemplo y consecuencia, una banda de rock. Una banda capaz de construir más de una docena de discos, donde encasillarlos en un formato es sumamente injuso y miope con lo que siempre pretendieron entregar.

El primer disco que escuché de REM fue el "Out of time", cuando aún estaba en el colegio básico. Un compañero llegó con un viejo cassette donde aparecía esa huincha amarilla con el nombre de la placa. Y de inmediato me quedé prendido primero por la voz irrepetible de Michael Stipe y por la mezcla maravillosa de luz, de oscuridad, de tiinieblas y esperanza que brotaba en cada una de sus letras y canciones.

Luego vino Automatic for The People, un disco al que aún trato de encontrarle pifias, tarea imposible. Comúnmente encajonado como un volumen triste, a mí me genera todo lo contrario. El epílogo de Everybody Hurts (una de las mejores canciones de la década del 90), eleva el alma de quienes caminamos con demasiadas sombras, hasta alturas que sólo una pieza de ese calibre nos puede regalar.

Monster. La rabia, el ruido, las guitarras potentes coincidieron con la edad en que mi rebeldía buscaba algún espacio para escapar. Un trabajo que es mucho más genuinamente triste que el anterior, pero está disfrazado en un ruidoso telón de fondo. Y muchos críticos cayeron en la trampa. Escuchar sin oír.

Hablamos de una banda que levantó banderas que antes nadie hizo. Una banda con un vocalista homosexual, brillante, un verdadero huracán en el escenario, con un carisma irrenunciable, una voz inimitable, un sonsonete que se convirtió en un registro. Una banda que siempre firmó sus discos con el nombre de todos sus inregrantes en cada una de sus canciones, comprendiendo que el proceso creativo era compartido. Una banda que tenía en Mike Mills en un escudero fascinante, quien detrás de una apariencia apocada, era tal vez el más rockero de sus miembros. Una banda que tras la salida de Bill Berry en 1997 prosiguió. Una banda que duró lo que tenía que durar, hasta que el cansancio físico, no creativo, terminó por apagar esta llama.

REM no tocaba en recitales individuales. Lo hacía en festivales, con otras bandas. REM fue capaz de compatibilizar su espíritu musical com el mercado, sin que ninguna de las dos caras de la moneda eclipsara a la otra. No vivieron en el ostracismo. Tampoco fueron mega estrellas de rock. REM hizo la llamada música alternativa, cuando no existía siquiera ese término. Y desde allí terminó influyendo absolutamente a grupos como Nirvana, Pearl Jam, Alice in Chains, que llevaron la marginación de los límites como su causa, como su efecto, como su bandera, como su distinción.

Una noche de noviembre del 2008, fui con la mujer que más he querido en mi vida, al concierto de REM en Santiago. La misma noche en que por primera vez un hombre negro llegaba a la presidencia de Estados Unidos. La misma noche en que Micheal Stipe saltó hacia el público y cantó The One I Love sin esquivar nuestros abrazos. Una noche de noviembre del 2008, junto a la mujer que más he querido, fui al mejor concierto de mi vida.